EL PUEBLO


  1. Cuatro cosas...

Denominación: Huerta del Marquesado.

Categoría administrativa: Municipio (provincia de Cuenca, Comunidad de Castilla - La Mancha, España).

Población de derecho: 210 habitantes (2015).

Gentilicio: Huertero/a

Altitud del núcleo de población: 1.257 metros s.n.m.

Coordenadas: 40º 09' 47'' N  /  1º 41' 07'' O - (UTM 061200 - 444490). Mapas 588 y 611 I.G.N.

Extensión del término municipal: 38,69 kilómetros cuadrados.

Densidad de población: 5,42 habitantes por km2.

Máxima cota del término municipal: 1.841 metros (cumbre sur de Collado Bajo)

Mínima cota del término municipal: 1.183 metros (cauce del río Laguna en el límite con el término de Campillos -Sierra).

Desnivel total del término municipal: 658 metros. 

Altitud media del término municipal: 1.460 metros aprox.

Principales cursos de agua: Río Laguna (afluente del Cabriel, y éste del Júcar). Todo el término pertenece a la Cuenca Mediterránea, aunque a muy poca distancia de la divisoria atlántica (Nacimiento del Tajo a 19 kilómetros). En un radio corto nacen también Júcar, Guadalaviar-Turia, Cabriel, Cuervo y Guadiela, entre otros.

Clima:

Mediterráneo muy degradado por continentalidad y altura. En las cumbres de la sierra de Valdemeca, clima de alta montaña. Inviernos muy fríos y prolongados. Veranos cortos, con  temperaturas agradables. Periodos de transición (primavera - otoño) acortados. Las primeras heladas suelen producirse en los meses de octubre-noviembre y se prolongan hasta abril - mayo. Innivación prolongada y frecuente en invierno. Las cumbres de la Sierra de Valdemeca suelen mantener la nieve buena parte de los meses invernales.

Temperatura:

  • Temperatura media anual: 10,6º C
  • Temperatura media del mes más frío (enero): 3,1º C
  • Temperatura media del mes más cálido (julio): 19.5º C
  • Temperatura media mínima absoluta (mes de enero): - 10,8º C
  • Temperatura media máxima absoluta (mes de julio): 35,6º C

Precipitaciones: En torno a los 890 mm / año para la población y vega del río Laguna (1.200 a 1.300 metros de altura). En las cumbres de la Sierra de Valdemeca y en la ladera oriental, las precipitaciones anuales superan los 1.000 mm / año (1.120 mm / año para la cumbre de Collado Bajo). Las estaciones más lluviosas son el otoño y la primavera. Inviernos poco lluviosos. Baja aridez estival.

  • Días de lluvia al año: 105.
  • Días de nieve al año: 24.

Usos del suelo:

  • 0,1 % de terreno urbano.
  • 0,05 % de suelo industrial.
  • 14.5 % de terreno agrícola y de usos pecuarios.
  • 85 % de superficie forestal, pastizales y baldíos.

  • 3.200 hectáreas de masa forestal maderable (pino silvestre, laricio y rodeno)
  • 300 hectáreas de labor.

Actividades económicas:

  • Agricultura, residual y de autoconsumo. Hortalizas, legumbres y frutales.
  • Ganadería ovina, en declive. Ganadería intensiva (cunicultura)
  • Actividades forestales y extracción de madera.
  • Industria, consolidada. Envasado de agua mineral (marca Fuente Liviana y marcas blancas). Transporte y logística.
  • Actividades terciarias, en auge. Servicios y turismo.

Datos catastrales:

  • Número de parcelas urbanas: 458
  • Número de propietarios de parcelas urbanas: 256
  • Número de viviendas urbanas: 206
  • Valor catastral urbano (miles de euros): 1.391.012
  • Valor catastral por unidad urbana (miles de euros): 3,287

  1. Un paseo por el pueblo


Huerta del Marquesado, como tantos otros pueblos de alta montaña, es un ejemplo casi perfecto de adaptación al medio circundante.

La estructura urbana ha permanecido invariable durante siglos, con excepción de algunos exiguos replanteos. El número constante de vecinos durante toda su historia ha supuesto que la población haya mantenido su extensión y plan original. Sólo en los últimos años, con el cambio de patrones de vida, el pueblo ha iniciado una pequeña expansión más allá de sus límites tradicionales. La población se enclava en la suave ladera sobre la vega y huertas del Laguna.

Como en tantos otros casos de localidades serranas, se evitó construir sobre la cubeta aluvial para salvaguardar las feraces tierras de cultivo.

El núcleo de población es apiñado, muy compacto y con funcionalidades perfectamente definidas. Las calles tienden a ser estrechas e irregulares de trazado. Casi todas se orientan en dirección este-oeste para frenar el paso de los vientos del norte y, en el caso de Huerta, por el sentido de los desniveles de la ladera. Por el contrario, las que discurren en sentido norte-sur son escasas, más angostas y con frecuentes giros y quiebros que actúan como cortavientos. En muy pocas ocasiones tienen continuidad más allá de una manzana de casas.


 

Son muy frecuentes las callejas sin salida, con funciones prácticas y de confraternización social otorgadas por la cultura tradicional. Estas vías ciegas siempre se abren hacia el sur.

 

El Ayuntamiento

El ayuntamiento es un edificio sencillo de líneas, construido para tal función cuando Huerta recibió la municipalidad y hubo de encontrar asiento para las nuevas funciones. Se intentó buscar la mayor proximidad a la Plaza, aunque la parroquia, que lógicamente ya existía, acabó interpuesta.


 

Plaza Mayor

El pueblo gira en torno a la Plaza de la Iglesia, mayor de la localidad, no muy espaciosa pero de sabor popular. A su alrededor se disponen en aparente desconcierto los edificios de uso social: la parroquia, el ayuntamiento, el horno, el lavadero público. Como en otras localidades serranas, la plaza en Huerta es excéntrica, en un extremo de la población, en el invierno protegida por todo el caserío del viento de la Sierra y abierta al frescor de la vega en verano.


 

La Iglesia Parroquial

La parroquia, dedicada a Santa María Magdalena, es el monumento más destacado de Huerta. Edificada en el siglo XVIII sobre un edificio anterior del que apenas hay noticias, responde al tipo barroco rural tan frecuente en toda la diócesis de Cuenca y en comarca serrana. Durante la Guerra Civil sufrió grandes daños, y hubo de ser muy reparada.

De una nave cubierta con bóveda de cañón con lunetos, es un edificio sobrio y sencillo. A diferencia de otras iglesias de la zona, la de Huerta recibió engobe y encalado exterior y le fue añadida una torre, de rancio sabor popular, merced a los esfuerzos del vecindario. Ambos rasgos le confieren un perfil un tanto atípico entre las parroquias comarcanas.


 

El Horno

El horno es otro de los nexos del pueblo. Rehecho en los primeros años del siglo XX y provisto todavía de la maquinaria de época, rememora los tiempos en que disponer de una infraestructura de este tipo era motivo de pequeño orgullo local y necesidad casi ineludible en pueblos de montaña, autárquicos muy a su pesar.

Todavía en pleno funcionamiento, cumple holgadamente las necesidades de la población, día tras día, durante décadas.

 

El Lavadero

Muchas más funciones de las que su nombre indica tenía el lavadero, que aprovecha el caz del viejo molino instalado bajo él. El de Huerta es una estructura con un encanto especial, donde el rumor del agua y la vegetación crean un ambiente muy especial, como de tiempos idos. Todavía hoy algunas vecinas bajan a "lavar algo", aun cuando en casa dispongan de todos los artilugios necesarios, por aquello del comadreo y la cháchara. Además, después de una completa rehabilitación, acoge una interesante muestra como parte del Museo del Agua Clara.


 

Merendero de San Roque

De todos los lugares de que dispone Huerta para pasar un rato en el medio natural, éste es el que dispone de mejores y más completas instalaciones, en un entorno francamente agradable de pinos y quejigos, a apenas un par de minutos de paseo del casco urbano del pueblo. Instalaciones lúdicas y deportivas garantizan una buena merienda y ocio. El lugar es accesible con todo tipo de vehículos.


 

Y los rincones…

Pero si en algo radica el encanto de Huerta del Marquesado, ello son los recovecos de sus calles; sus olores, profundos y viejos; su arquitectura de piedra y madera, con casas a veces desportilladas, batidas por los temporales y el durísimo clima, al lado de otras -cada vez más- que los últimos años se renuevan según gustos antiguos. Las parras y hiedras encaramadas a los encalados, los animales de la casa en los corrales (a veces a su aire por la misma calle), las añosas puertas abiertas de par en par o para siempre ya cerradas y el runrún del trasiego humano a cada vuelta de esquina.

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  3. Las gentes

Dicen, y es un viejo tópico, que todas comarcas y pueblos de montaña del ancho mundo crían gentes recias, reservadas, curtidas por las duras condiciones de vida y el clima extremado. Gentes calladas, de mirada como apagada y semblante poco propenso a dejar traslucir emociones.

La sorpresa para el viajero llega enseguida, apenas cuando entabla conversación y descubre a los verdaderos hombres y mujeres debajo de esa máscara, esa cáscara estudiada de aparente severidad, y se asombra al comprobar la calidez con la que se le recibe, la vieja hospitalidad, la profundidad de los lazos sociales de amistad y vecindad, la vivacidad de la conversación, de los gestos, de las miradas que de pronto se han vuelto transparentes, vivarachas, incluso con un cierto deje pícaro.

Lo que se cumple menos, incluso en menor medida que en otros pueblos de la propia Sierra de Cuenca, es el carácter reservado. Las gentes de Huerta, requetebién montañesas, resultan sorprendentemente propensas a exteriorizar sus emociones. Se las topa uno riendo o discutiendo por los rincones, de animada conversación por la calle adelante (sin importarles que les oiga medio vecindario: de todas maneras seguro que ya saben de lo que se habla), componiendo chismes con su afiladísimo sentido irónico, vanagloriándose de heroicos jolgorios de fiestas - pasados o futuros – o jurando en arameo por un quítame esas pajas, que de todo abunda en los campos del Señor.

Tal es el tópico, y como todas las prefiguraciones, en Huerta se cumple y no. Se cumple puesto que la calidez y el desparpajo de los vecinos son más que evidentes para cualquier forastero que se deje caer por el lugar. En cuanto a hospitalidad y eso de "apegarse" al visitante, el pueblo, todavía fuera de las masificaciones estivales y los circuitos de gran turismo, no deja - honestamente - de estar bastante bien servido, y un paseante foráneo por las calles de la localidad no deja aún de levantar curiosidad a su paso y corrillos a sus espaldas: "¡Estas gentes de ciudad, que no dicen ya ni las buenas tardes!", etcétera, etcétera. "Eso es la globalización, abuela", le contesta un rapaz de diez años abajo, intentando sostenerse en la bicicleta, y que algo ha debido ya entender de tales asuntos.

Y es que las gentes de Huerta tocan la tierra con sus pies, una tierra muy vieja que les lleva sosteniendo desde hace siglos y siglos, y que cambia poco, como poco han cambiado ellos. Y acaso resulten tan alegres porque han visto bien de cerca el gran fantasma del mundo rural, el horror del foso de la emigración y el abandono, y porque el peligro parece que ha pasado. Y porque hay niños por todo el pueblo otra vez. Y porque su comunidad tiene los cimientos tan firmes como esas peñas rodenas de la Sierra de Valdemeca, tan altas que cortan las celliscas y los temporales y atrapan las nubes y estrellan los aviones, y que sin embargo, relucen al sol de la mañana en rojo, verde y azul.