Rutas e itinerarios por la comarca

Cañete es el conjunto histórico más próximo a Huerta del Marquesado. Apenas a unos minutos, Cañete cuenta con el más importante conjunto de fortificación islámica de toda la provincia de Cuenca, que incluye el cinturón de murallas del siglo X (conservado completamente íntegro) dos puertas-torre acodadas con arcos de herradura y su castillo-alcazaba, uno de los mayores de la región, sobre un asperísimo estrato que se eleva como la quilla de un buque sobre la población.

No acaban aquí los alicientes de Cañete, que incluyen sus dos iglesias, su castiza plaza mayor porticada, los parajes naturales de El Postigo y El Chorreadero y una arquitectura encantadora.

Aunque (todavía) no es muy conocida ni frecuentada por el turismo, cómo no detenerse unos minutos en la joya natural de la vecina y hermana localidad de Laguna del Marquesado y contemplar precisamente eso: su pequeña pero bellísima laguna, Reserva Natural. Pasear por la ribera, oír caer el agua por las barreras de toba o caminar a la vera del viejo molino en ruinas no le llevará más que unos minutos en su ruta hacia otros lugares.

Y si le queda tiempo... ¿Qué tal un paseo por la pequeña y recoleta población, llena de curiosos rincones?

Cuenca. La ciudad imposible, vertical, encaramada sobre peñascos, con sus edificios y monumentos en poses inverosímiles, adaptando sus formas y volúmenes a una topografía desquiciada, increíble en el entorno de sus Hoces, la del Júcar y la del Huécar, que rodean casi completamente la ciudad antigua. Una interminable sucesión de iglesias, conventos, casas palacios y rincones de la más extraordinaria arquitectura popular con puntos culminantes en la maravilla gótica de la Catedral y en las Casas Colgadas, símbolo de la ciudad.

Declarada en su conjunto Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Una visita inexcusable.

La Ciudad Encantada es el paraje natural por excelencia de la Serranía de Cuenca. El agua, el viento y la acción de los hielos han configurado a lo largo de millones de años formas de erosión caprichosas y casi inconcebibles sobre las calizas blandas del Cretácico, se alternan con una densa masa de pinar y otras especies, como la sabina, el tejo, el acebo, el saúco, el arce o la encina.

Un lugar mágico, onírico, para recorrer y disfrutar dejando volar la imaginación, a través de los centenares de formaciones y rincones de uno de los parajes kársticos más sorprendentes de la Península, declarado Sitio Natural de Interés Nacional.

Las Torcas y sus vecinas, las Lagunas de Cañada del Hoyo, son realmente el mismo fenómeno: grandes hundimientos del terreno de forma circular, de hasta 700 metros de diámetro y 95 de profundidad, restos de antiguos cataclismos y desplomes provocados por la acción de las aguas subterráneas en el corazón de la Muela de Los Palancares. Existen 28 Torcas de todos los tamaños y formas, secas; y 7 Lagunas, a una distancia de varios kilómetros, donde por su menor altura aflora la capa freática dando lugar a preciosos e inquietantes espejos de agua circulares en el fondo de las profundas dolinas, cada uno de un color característico, que en ocasiones cambia a lo largo del año.

Moya es el dramatismo de la antigua villa del todo desmoronada, en uno de los conjuntos de ruinas más impresionantes de Europa. Sobre la elevada muela que da nombre a la población, atalaya soberbia sobre la comarca circundante, Moya muestra al visitante el espectáculo pasmoso de los restos de seis parroquias, dos conventos, hospital, castillo, dos líneas de murallas y el trazado urbano de una población que llegó a contar con varios miles de almas y fue cabeza de tierra, de la que dependió Huerta del Marquesado durante seis siglos. Aciaga suerte ha sufrido la que fue orgullosa y potente población, golpeada por tantos reveses de la historia. Imprescindible.

Cerca, en Garaballa, el Santuario de la Virgen de Tejeda, antiguo convento de Trinitarios del siglo XVI, epicentro de la romería más multitudinaria de toda la comarca moyana.

No tiene un largo recorrido el río Cuervo, afluente de afluente del Tajo, y por sí no pasaría de ser uno más de tantos ríos serranos, impetuosos, encajonados y salvajes. Pero su nacimiento, declarado Monumento Natural, es una de esas maravillas que no se olvidan fácilmente, sobre todo en primavera, cuando las lluvias multiplican el caudal, o en invierno, cuando los hielos crean filigranas de cristal. Agua por doquier, vegetación desbordante y la maravilla de la cascada de toba. Un agradable paseo de apenas una hora a través de uno de los rincones emblemáticos de la Serranía.

En la localidad de Villar del Humo se conservan 13 abrigos de Pinturas Rupestres de Escuela Levantina, declarada genéricamente Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Se observan más de un centenar de figuras dibujadas en tonos rojizos sobre la arenisca rodena, en pleno corazón de la Sierra de la Cuerdas, uno de los macizos más sugerentes y hermosos de la Serrranía de Cuenca. Se recomienda ponerse en contacto con el Ayuntamiento de Villar del Humo para información sobre acceso y apertura de los abrigos.

En la vecina localidad de Henarejos también existe algún abrigo más, recientemente descubierto, con imágenes de una gran calidad.

La Hoz de Beteta es, probablemente, la hoz serrana que guarda una mayor biodiversidad. Muestra de ello es el millar de especies vegetales catalogadas en sus laderas, que pueden recorrerse a lo largo del Paseo Botánico acondicionado para disfrutar en plenitud de un espectáculo difícilmente olvidable: tilos centenarios, avellanos, acebos, tejos, quejigos, arces, guillomos, fresnos y un sin fin de especies bajo los impresionante farallones, de más de 80 metros de altura, que albergan una nutrida buitrera. Un paseo fuera de lo común, que toma rasgos completamente distintos en cada estación.

Explotada al menos desde el siglo VI a.c, la mina de Cueva del Hierro es la mayor de las labores mineras de la Serranía de Cuenca. Celtíberos, romanos… a lo largo de los siglos diferentes culturas se han sucedido para explotar este afloramiento masivo de mineral de hierro, cuyas laboras han continuado activas hasta los años de 1960. Hoy la mina es accesible al turismo, mostrando rincones de una belleza singular. Cuenta también con un pequeño Museo de la Minería. Una visita atípica y recomendada para todas las edades, para combinar con la Hoz de Beteta y el Nacimiento del Río Cuervo.

Albarracín, pese a su pequeñez, es ciudad, de Santa María de Albarracín para ser exactos. Una población de historia peculiar, cabeza de una Sierra tan hermosa como desconocida en su gran mayoría. Encaramada entre los tajos y meandros del Guadalaviar, surgida como de un sueño, Albarracín es una población bellísima, con un encanto peculiar que cautiva al visitante. Y monumental: catedral, dos parroquias, casonas, murallas, torres albarranas, puertas y una arquitectura popular en ocres, rojos y azules que han hecho de este lugar un referente turístico a nivel nacional.